martes, 18 de diciembre de 2007

Escuelas que son puentes, publicado en Clarín el 30 de septiembre del 2005

Gabriela Farrán y Néstor Abramovich. Especialistas en educación, directores del Colegio de la Ciudad

Nos preguntamos si son mejores los colegios más caros. Nos preguntamos también, como lo hizo Clarín en una nota publicada el 18 de setiembre, sobre el pequeño mundo de la educación de elite.

La sola idea de pequeño mundo nos remite a una realidad que incluye a pocos y sobre todo que pocos pueden pagar. Esto es lo que la transforma en un modelo de educación para la elite, más que de elite. Podemos suponer que si la elite la paga, entonces es buena. O al menos es buena para ella, interesada en conservar sus valores y tradiciones según el caso: homogeneidad, pertenencia, erudición, religiosidad, bilingüismo.

Pero existe el riesgo de concluir que aquello que es bueno para la elite es bueno para todos y es socialmente bueno. Y es en este punto donde nos parece importante abrir la cuestión.

El gran mundo, el que habitan los muchos, no es un mundo preservado del afuera, no tiene afuera. En él, a contrapelo de ese viejo slogan publicitario, no hay privilegio en pertenecer. Simplemente se es habitante.

La educación de los muchos se caracteriza por la heterogeneidad en sus múltiples expresiones; por dejar reservada la religiosidad al ámbito privado; por la contingencia del presente, más que por la previsión a futuro. La educación de los muchos debe desplegar el pensamiento más que la información; debe abordar la lengua para dar la palabra a los otros no necesariamente iguales.

No hay un muro real ni simbólico que determine una frontera entre un adentro níveo y un afuera impuro. Se mezclan. Está el pibito desescolarizado que quizás amedrenta al que va a la escuela con una prepotencia desesperada para conseguir el mango del día. Está el que asiste a la escuela con sus necesidades apenas cubiertas, cubiertas o más que cubiertas. Podemos verlos como mundos enfrentados o podemos construir puentes.

Los educadores debemos invitar a los de afuera a pasar la puerta en lugar de violar el candado. Quizá no logremos que los de afuera se conviertan en alumnos, pero sí que puedan aprender y ser parte de algo que los transforme subjetivamente. Quizá no logremos que los de adentro dejen de temer, pero sí que dejen de ver al otro como un enemigo y también se subjetiven de otro modo. Si esto es posible, las mejores escuelas son las de los muchos.

4 comentarios:

Rous dijo...

Los mejores colegios son donde los maestros quieran enseñar y los alumnos, aprender.
Pero principalmente, depende de los alumnos.
Tú pareces ser de los maestros que quieren enseñar.

Juan Goldín dijo...

Gracias, Rous.

Vero dijo...

Los mejores colegios los hacen los docentes que cada día entran con una sonrisa, que comparten con sus alumnos las ganas de descubrir algo nuevo y que sienten que lo que están haciendo es lo mas importante.
Soy docente como vos y me encantó tu blog porque me dio muchas ideas.
Un beso compañero en la trinchera!
Vero

Juan Goldín dijo...

Hola, te tomo lo de la sonrisa, que a veces se me olvida. ¡Qué bueno poder haber estimulado ideas en vos!
Gracias por tu comentario,
Juan